Reflexión para el Cuarto Domingo de Adviento

 

La tradición cristiana conmemora el cuarto domingo de Adviento como el domingo de la Alegría, basado en la alegría con la que la Virgen María tomó la misión que Dios le había encomendado.

Dios a través de su palabra, nos revela nuestras misiones, las cuales con fe esperamos sean reveladas a nosotros y con alegría decidimos llevarlas a cabo. El Evangelio de San Lucas en su capítulo primero, versículos del 26 al 38, nos recuerda como Gabriel, ángel de Dios, traslada el mensaje del Señor a María, una mujer que fue escogida como Instrumento de la Misión de Dios. 
“¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre todas las mujeres”

Con ese mismo espíritu, Dios nos invita a tomar con alegría nuestras misiones, nos revela en tan bella manera que nosotros en sus manos somos Instrumentos, que pueden llevar bendición a muchas personas. Jesucristo en su Sermón del Monte, nos llama Bienaventurados, porque buscamos la justicia; y nos invita a ser sal de la tierra y luz del mundo. 
“Bienaventurados los pacificadores, porque serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos”

“Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de una vasija, sino sobre el candelero para que alumbre a todos los que están en la casa”

Uno de los símbolos más importantes de esta época de Adviento, es la luz de Dios; desde la estrella que los sabios de Oriente siguieron hasta llegar a donde había nacido el Mesías; el resplandor en el que un Ángel del Señor se aparece a los pastores anunciando, que ha nacido en Belén, el Mesías y los invita a adorarle.

Por eso la luz del Señor brilla en el trabajo arduo y feliz de cada cristiano. Esa luz es alegría y gozo de nuestros corazones, es el Espíritu Santo que se mueve en nosotros como el entusiasmo que nos llena de alegría. Por ese mismo entusiasmo María, en Lucas 1: 46 – 55 acepta con alegría y gozo la misión que Dios le ha encomendado. 
“Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador, porque ha mirado la bajeza de su sierva, pues desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones” 
Hoy, hemos tomado con fe, entusiasmo y alegría, una lucha; que es brindar luz a quienes con esperanza anhelan un mundo más justo, un mundo más incluyente, un mundo más comprensible, un mundo con más oportunidades, un mundo que muestre ese lado luminoso a todos. Hoy hacemos nuestra la lucha de todos y todas las personas que padecen y sufren el flagelo del VIH – SIDA, flagelo que no solamente hiere sus cuerpos, sino que lesiona su moral y resquebraja su espíritu. Nosotros les damos nuestra voz exigiendo mayores oportunidades de inclusión, un cese a la discriminación que sufren, la búsqueda y el acceso a mejoras en su calidad de vida y más que todo, a decir al mundo, que ellos son seres humanos, como todos nosotros. Así es como nuestra lucha, se vuelve luz, no sólo en esta época, sino cada día de nuestras vidas. Seamos luz para todos los que el flagelo del VIH – SIDA ha sumido en las sombras, seamos luz y llenemos del gozo de Dios sus vidas.

¿Por qué nuestra misión es llevar luz a quienes hoy sufren por el VIH – SIDA? Nuestra respuesta está incluida en el segundo libro de Samuel capítulo 7, versículos 1 -11 y 16. Donde, Dios envía a Natán a David, a manifestar que Jehová ha tenido por Templo a todos los israelitas. Así nosotros debemos llevar la Luz de Cristo al corazón de todas las personas, para que Dios more en sus corazones. 
“Así ha dicho Jehová: ¿Tú me has de edificar una casa en la que yo more? Ciertamente no he habitado en casas desde el día en que saqué a los hijos de Israel de Egipto hasta hoy, sino que he peregrinado en una tienda que me servía de santuario. En todo he andado con todos los hijos de Israel”. 

Dios, nos fortalece a través de su Evangelio y fortalece a todos a quienes llevamos la luz de Cristo, a través del Evangelio y nuestra misión como hermanos en Cristo Jesús; tal como lo expresa la epístola de Pablo a los Romanos, capítulo 16, versículos 25 -27. 
“Y al que puede fortaleceros según mi evangelio y la predicación de Jesucristo, según la revelación del ministerio que se ha mantenido oculto desde tiempos eternos, pero se ha manifestado ahora y que por las Escrituras de los profetas, según el mandamiento del Dios eterno, se ha dado a conocer a todas las naciones para que obedezcan a la fe, al único y sabio Dios, sea gloria mediante Jesucristo para siempre. Amén.”

Para concluir, citó lo que una canción manifiesta, si la conocen, úsenla, mientras encienden una vela de adviento más.

Enciende una luz y déjala brillar, la luz de Jesús, que brilla en todo lugar, no la puedes esconder, no te puedes callar ante tal necesidad, enciende una luz en la oscuridad.

¿Cómo pues invocarán a Aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en Aquel de quién no han oído? ¿Y cómo oirán si nadie les predica?

Hermosos son los pies de los que anuncian la paz, las buenas nuevas de Jesús.

Guatemala en la América Central, Cuarto Domingo de Adviento.

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Por: Dr. Pablo Solórzano Gudiel – Iglesia Luterana Guatemala “ILUGUA”.
Colaboración: Revda. Pérsida Gudiel Ramírez.