mensaje navideño: "Visibilizando el amor de Dios"

José, María y el niño Jesús. Foto: FLM/A. Danielsson

 

Para muchas y muchos de nosotros, nuestros primeros y más queridos recuerdos del aprendizaje en nuestro camino de fe estarán seguramente ligados a la escena del pesebre navideño. Leemos libros, cantamos himnos, participamos en obras teatrales de Navidad en las que se representan a María y José con el niño Jesús, rodeados de animales, pastores y ángeles que celebran su nacimiento en el establo de Belén.

Es una imagen familiar y reconfortante que recreamos todos los años en nuestros hogares, en nuestras iglesias, pero también en lugares públicos para recordarnos el verdadero significado de la Navidad, en medio de toda la agitación de las compras y las celebraciones de esta temporada festiva.

Pero, demos por un momento una mirada más detenida a ese recién nacido, envuelto en pañales y acostado en un pesebre, tal como leemos en el evangelio de Lucas. Si reflexionamos más profundamente sobre el misterio de la Encarnación, de Dios llegando al mundo para vivir entre nosotras y nosotros, ¿somos capaces de ver, en el rostro de esa pequeña criatura, la imagen del “Dios invisible”? ¿Por qué el creador de nuestro universo escogió a esta familia sencilla y este humilde establo como entorno de un acontecimiento que cambiaría el rumbo de la historia?

Sabemos que Jesús era el hijo primogénito de María, pero en su carta a los Colosenses, Pablo nos recuerda que también es “el primogénito de toda la creación”. Juan nos dice que Cristo es la Palabra que “se hizo carne y habitó entre nosotros (y nosotras)”. Esa misma Palabra que “estaba en el principio con Dios y por ella fueron hechas todas las cosas”. 

Las Escrituras nos enseñan que el niño Jesús en el pesebre es el Hijo de Dios, el Rey de reyes. Sin embargo, la elección de un carpintero galileo y de una campesina en un rincón sin importancia del imperio romano como escenario familiar de la vida terrenal de Jesús indica de qué modo su realeza le da la vuelta a nuestros modelos terrenales de poder y autoridad. Será un modelo radicalmente nuevo de un liderazgo de servicio, en el cual, el Príncipe de la Paz se inclinará para lavar los pies sucios de sus discípulos.

Por el Antiguo Testamento sabemos que no podemos ver la gloria de Dios cara a cara. No obstante, el extraordinario mensaje de la Navidad reside en que a partir del nacimiento y la vida terrenal de Cristo, podemos ver la imagen de Dios perfectamente reflejada en su Hijo Amado. Además, la Biblia nos recuerda que también nosotras y nosotros fuimos creados a imagen de Dios y que el amor invisible del Dios Trino se hace visible en y a través de nosotras y nosotros. 

Por ello, al armar nuestros pesebres y al prepararnos una vez más para recibir al niño de Belén, reservémonos un rato para meditar sobre esta asombrosa verdad. Hagamos el esfuerzo de ver la imagen de Dios en las demás personas, especialmente en el rostro de aquellas que suelen ser rechazadas e ignoradas: personas hambrientas y perseguidas; personas refugiadas y encarceladas, así como personas víctimas de adicciones y personas sin techo. 

Le deseo a cada una y cada uno de ustedes que junto a todos sus seres queridos tengan una Navidad muy bendecida, mientras miran el pesebre y descubren allí, una vez más, el rostro de Dios, que nos acerca a la inagotable relación del amor de Dios.

Arzobispo Dr. Panti Filibus Musa
Presidente, Federación Luterana Mundial