Dios Reafirma la Vida y nos da Esperanza

"Que la palabra de Cristo nos consuele y nos mantenga en la paz de Dios, que nos de la serenidad que necesitamos durante este tiempo de pandemia que está lleno de dolor, pérdidas, incertidumbre y sufrimiento". Foto de Vladimir Kramer en Unsplash.

 

Mensaje de Pascua de Resurrección 2020 por el Pastor Nestor Paulo Friedrich

Capão da Canoa, Río Grande del Sur, Brasil/GINEBRA (LWI)

El primer día de la semana muy temprano, en cuanto salió el sol, fueron al sepulcro. Y unas a otras se decían: “¿Quién nos quitará la piedra para entrar al sepulcro?” Pero, al llegar, vieron que la piedra ya había sido removida, a pesar de que era muy grande. (Marcos 16:2-4)

Queridas hermanas y queridos hermanos en Cristo

Escribo este mensaje en plena pandemia del coronavirus. Estamos en cuarentena. Desde nuestros hogares seguimos la progresión del número de personas infectadas y el número creciente de muertes. Hay un esfuerzo considerable para informar y guiar a la población sobre la forma de prevenir el contagio. La consigna es “Quédate en casa”. Al principio de esta crisis, las reacciones fueron diversas. Algunas personas minimizaron el problema, otras inventaron narraciones sobre una conspiración “político-económica” y otras más fueron oportunistas, ofreciendo promesas de salvación en términos de fundamentalismo religioso en “sus iglesias de prosperidad”. Sí, sabemos que en estos momentos es esencial guardar la calma, no desesperar, estar serenas, serenos y equilibrados. Ahora bien, no hay ninguna forma de ocultar nuestra fragilidad. El corazón está lleno de miedo y el sentido de inseguridad crece. ¿Cómo podemos responder a lo que queda por delante? ¿Quién removerá esa piedra?

La naturaleza nos está dando una dura lección. De pronto el mundo se ha vuelto más pequeño. Estamos más interconectados y somos más interdependientes de lo que pensábamos. Redescubrimos nuestra humanidad y todas sus contradicciones inherentes. La pandemia revela la desigualdad del mundo en que vivimos. Nos da prueba de la profunda crisis del actual modelo económico neoliberal, la ineficiencia de las políticas y la crisis del Estado en lo que se refiere a salvaguardar el bien común y la justicia social. También revela nuestra pecaminosa naturaleza humana. Nos desafía a retornar a conceptos teológicos como los del pecado personal y el pecado estructural que, en este momento, desvelan su rostro cruel y aterrador. El coronavirus no respeta a nadie y su impacto en las distintas poblaciones será desigual. No solo la salud personal, sino también nuestra sostenibilidad, “nuestro pan cotidiano”, está en juego. ¿Quién removerá la piedra?

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María Magdalena, María, la madre de Jacobo, y Salomé, se levantan temprano. ¡Caminan con el corazón lleno de miedo! Van a ungir el cuerpo de Jesús. Los últimos días habían sido intensos. ¡Habían experimentado el infierno y el odio que torturaron, crucificaron y mataron a Jesús! ¿Cómo no iban a estar asustadas y atemorizadas por ese poder tan destructivo? ¡La frustración, la angustia, la pena y una enorme tristeza invadieron sus corazones, antes llenos de esperanza! En compañía de Jesús, experimentaron horizontes abiertos y la restauración de sus identidades. Con Jesús experimentaron el amor incondicional. En compañía de Jesús, experimentaron un Dios misericordioso que observó y recibió a aquellas y aquellos que nunca eran vistos ni acogidos. Experimentaron el perdón de Dios que trae paz verdadera para superar el miedo. En un último gesto de amor, las mujeres embalsamarán su cuerpo.

Cuando llegan a la entrada del sepulcro se sorprenden. La piedra ha sido removida. Un joven vestido de blanco les dice que no se asusten. Jesús ha resucitado. El joven les pide a las mujeres que se lo digan a sus discípulos y a Pedro, y que vayan a Galilea. Allí verán a Jesús, tal y como él les había dicho.

Nadie esperaba el milagro de la resurrección. La piedra enorme que cubría la entrada del sepulcro, hablando en términos humanos, era el fin de la historia. Una vez más, Dios nos sorprende, tal como en las experiencias del Éxodo y la Navidad. Dichos eventos desafían la lógica humana. ¡Dios resucita a Jesús! Dios reafirma la vida como la mayor expresión de su Reino.

El miedo y la incredulidad son transformados por el milagro de la resurrección. Milagro que abre los ojos de los discípulos, da calor a sus corazones y los pone en el camino para que proclamen que el Señor ha resucitado. La experiencia de la resurrección les da una nueva dirección y renueva su esperanza; les permite mirar al mundo, a la vida y a sí mismos con nuevos ojos. Les permite encarar la vida durante las dificultades y los inevitables sufrimientos intrínsecos. Les permite cargar la cruz y hacer frente a las cruces que surgen como consecuencia del pecado humano.

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Dios no resucita a Jesús de la muerte ni remueve la piedra para que podamos permanecer pasivos frente al pecado que crucifica a Jesús. ¡La fe en Jesucristo no se desvanece frente a la muerte!. En el dolor, volvemos a encontrarnos con Dios y a redescubrir a nuestras hermanas y nuestros hermanos como prójimos. Damos testimonio de los signos de esperanza en medio del sufrimiento causado por el coronavirus. Vemos expresiones de solidaridad e iniciativas para prevenir la propagación del virus, la comunión que se vive en el mundo virtual para adorar a Dios y orar, así como expresiones de agradecimiento para quienes trabajan en la atención de salud, esfuerzos para mitigar las pérdidas, signos de amor, actuando con objetividad y respeto. La realidad de hoy, nos desafía a reflexionar y a abrazar nuevas actitudes hacia la vida que Dios, en Su gracia, nos ha dado. A la luz del Evangelio, sería imprudente afrontar el coronavirus ignorando, por ejemplo, las voces de las personas jóvenes que denuncian el colapso climático en curso.

El final de Marcos 16 nos lleva de vuelta al comienzo del evangelio: volver a Galilea, empezar de nuevo. ¿Por qué? Porque Jesucristo está vivo. Porque creemos en el evangelio, porque Dios remueve las piedras que tratan de mantenernos en la muerte. Porque tenemos esperanza.

Que la palabra de Cristo pueda reconfortarnos y mantenernos en la paz de Dios, que pueda darnos la serenidad que necesitamos en estos tiempos de pandemia que están llenos de dolor, pérdidas, aflicción, incertidumbre y sufrimiento. ¡Que Dios nos dé sabiduría y nos inspire para que seamos testigos de la vida con actitudes que expresen la misericordia y el amor que surgen de la fe en Él! Cristo nos dice: “el tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado. ¡Arrepiéntanse, y crean en el evangelio!” (Marcos 1.15).

¡Amen!

Pastor Dr. Nestor Paulo Friedrich, Vicepresidente de la FLM para América Latina y el Caribe.