Búsqueda de Paz: Persistente Tarea en Medio del Conflicto en Colombia

Obispo Eduardo Martínez. Foto: IELCO

Bogotá/COLOMBIA (LWI) – El Rev. Eduardo Martínez, Obispo de la Iglesia Evangélica Luterana de Colombia (IELCO) ha enviado un comunicado en relación a la crisis que está viviendo el proceso de paz en Colombia.

Basándose en el ejemplo de Jesucristo, Martínez afirma que la superación del conflicto armado, que lleva más de cuatro décadas y ha dejado graves consecuencias sociales invita a construir la paz con acciones a favor de la vida.

El desplazamiento forzado de miles es una de las mayores crisis humanitarias con consecuencias de desintegración de miles de familias quienes huyendo de la violencia, han desaparecido o fueron forzadas a integrarse a grupos paramilitares. El desempleo y la falta de oportunidades de trabajo, especialmente en zonas rurales, ha incrementado los niveles de pobreza. Los grupos armados usan tácticas de guerra como el abuso con profundos efectos físicos y psicológicos. Las violaciones sexuales han expuesto a muchas mujeres a embarazos no deseados, contagio de enfermedades de transmisión sexual, discapacidad física, abuso de drogas, etc. Todo esto y las miles de muertes evidencian la violación del derecho internacional humanitario.

La propuesta de paz, que el comunicado brinda, tiene fundamento en una humanidad enraizada en su ser pacificadores y pacificadoras. Esto la toma de consciencia  y trabajo activo para el respeto de los derechos humanos junto con un sistema judicial sólido y coherente con los mismos.

Asumir la realidad con toda su complejidad es la invitación para construir la paz que el comunicado trae. A continuación lea el comunicado:

Los que construyen paz serán llamados hijos e hijas de Dios

Los acontecimientos recientes,  en los que la guerrilla de las FARC secuestraron a un General de la República, junto a otras personas, ponen en evidencia la complejidad del proceso que busca construir paz en Colombia.

El Estado Colombiano y el grupo insurgente acordaron sentarse a la mesa para dialogar sin detener el conflicto armado. El costo de tomar este camino consiste precisamente en que seguiremos sufriendo las consecuencias de esta confrontación hasta que se acuerden las condiciones que permitirán poner fin a la misma.  El ejército colombiano no deja de perseguir y de usar toda su capacidad contra los guerrilleros y, a su vez, la insurgencia no abandona sus tácticas de guerra. 

Estos eventos lamentables dan ocasión para que quienes no creen en el proceso de diálogo con las FARC arrecien sus críticas, mientras que quienes lo ven con esperanza consideran que hay una oportunidad para que la guerrilla ratifique su voluntad de paz.

Quienes seguimos a Jesús de Nazaret encontramos en él inspiración para creer que es posible superar los conflictos que dividen y causan dolor a la humanidad. En el texto conocido como el sermón del monte, San Mateo 5:1-12, Jesús afirma que quienes aspiran a la justicia hallaran respuesta y que quienes se constituyen en “pacificadores” bien pueden ser llamados Hijos (e hijas) de Dios. 

Las palabras de Jesús pudieran ser entendidas como expresión del sueño utópico de una humanidad justa y libre de conflictos violentos.   Sin embargo, en la misma ocasión Jesús dice a sus seguidores que pueden considerarse dichosos si sufren persecución por causa de su aspiración a la justicia. Es paradójico, y hasta contradictorio, que el compromiso con ideales tan nobles como lo son la justicia y la paz se convierta en motivo para sufrir la violencia que se quiere superar. Pero, así es la realidad, la persecución y la violencia sufrida por defensores de derechos humanos, entre ellos religiosos de diversas confesiones, son un testimonio del costo que tiene construir paz y buscar justicia en Colombia.

La realidad no puede ser transformada sino asumiéndola en toda su complejidad, es triste constatar que el concepto mismo de paz se ha desgastado por que se ha politizado y se está usando para ahondar la polarización que es evidente entre colombianos y colombianas. Expresarse en relación con la paz da ocasión para que seamos identificados con un determinado sector político. Han hecho un gran daño quienes anteponen sus aspiraciones políticas a aquello que es vital para el futuro de nuestra nación como lo es la reconciliación de nuestro pueblo. 

En este contexto es necesario recuperar el derecho que tenemos, quienes habitamos este País, a vivir pacíficamente. El uso de la violencia, en cualquiera de sus expresiones, ha de ser rechazado como como comportamiento inhumano y opuesto a lo más básico de la ética cristiana como lo es el respeto por la vida misma. Hay que recordar que la violencia no sólo es la que resulta del uso de las armas, el lenguaje también es vehículo que se usa para hacer daño. Es deplorable que el comportamiento agresivo que se ha generalizado entre la población esté siendo reforzado por las actitudes y mensajes de quienes son figuras públicas. 

En este sentido, la paz ha de ser asumida no sólo como un derecho sino también como deber que nos ha de impulsar a revisar y a modificar tanto nuestro lenguaje como las conductas que, en lo cotidiano, también son agresiones a aquello que es lo más preciado a los ojos de Dios: la vida misma.

Red de Comunicaciones LAC