Arzobispo Romero - Santo de El Salvador

Obispo Medardo Gómez de la Iglesia Luterana Salvadoreña (ILS). Foto: ILS

 

Mediante decreto de la Congregación para las Causas de los Santos de fecha 07 de Marzo de 2018, el Papa Francisco ha autorizado la canonización del monseñor Oscar Arnulfo Romero, quien fuera asesinado el 24 de marzo de 1980 en la capilla de la Divina Providencia en San Salvador.

En sus reflexiones, enmarcadas desde su propia vivencia, el Obispo Medardo Gómez Soto de la Iglesia Luterana Salvadoreña comparte a seguir aspectos de la vida y ministerio de monseñor Romero como ejemplo para la paz cuyo ministerio profético durante sus últimos años era la defensa por la justicia basada en el amor.

El Santo de El Salvador

Nosotros los protestantes no tenemos santos declarados por la iglesia. Para nosotros todos somos santos y santas al recibir el perdón de Dios; es decir, al permanecer firmes en la  fe todos y  todas somos santos. Me emociona decir hermanas, hermanos: sus seres queridos que están con Dios son santos y santas.

Tratándose de Monseñor Romero, este año del Señor 2018 el Papa Francisco ha declarado la beatificación de Romero y el postulador Vincenzo Paglia ha confirmado que el 23 de Mayo del presente año se realizará el acto solemne de beatificación en la plaza Salvador del Mundo.

Para mí, siendo un Obispo Luterano, Salvadoreño, haber conocido personalmente a Romero - mi pastor cuando niño; soy de la opinión que Romero ha trascendido y es tres veces santo: Primero, declarado santo por Dios así como creemos las iglesias protestantes. Segundo: el pueblo Salvadoreño, en su religión popular lo ha declarado santo. Tercero: la declaración de la iglesia Católica Romana, en su beatificación y santidad, le da el honor de ser santo por el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

El papel más grandioso que identifica a Monseñor Romero fue el de ser profeta. Como dije, santos podemos ser todos, pero profetas solamente algunas personas llamadas por Dios. Dios dio a Romero un ministerio lleno del carisma del Espíritu Santo, un ser que en sus primeros años de sacerdote - realizados en el oriente del país tuvo mucho amor y pasión al servir. En 1953, como presbítero de la Catedral de San Miguel fue mi pastor y recibí de él clases del catecismo para la confirmación. Llegó a ser Obispo de Santiago de María y después Arzobispo de San Salvador. Se hizo muy humano, sincero, fiel a la Iglesia y al compromiso sacerdotal.

Era un pastor tradicional, conservador, opuesto a los movimientos de liberación. Criticaba la teología de la liberación pero en los últimos tres años de su ministerio el Espíritu Santo lo convirtió y desde entonces se distinguió como profeta de Dios. Muchos extrañados, como lo dice el evangelio de Jesús, se preguntaban: ¿Será un profeta? ¡No puede ser, este es el sacerdote, el conservador conocido! El pueblo y la iglesia se dividían, nadie se ponía de acuerdo. Unos lo aceptaban y le aplaudían, otros le rechazaban, criticaban y buscaban formas de acusarle y de llevarlo a la cárcel. No se atrevían a hacerlo porque no encontraban nada ilegal para acusarlo. Su ministerio era transparente, de un Obispo preocupado por el bienestar de su pueblo.

Las reacciones del pueblo y las autoridades eran muchas. Agentes judiciales, policías, encubiertos le buscaban en el templo y en lugares donde Romero ejercía su ministerio pero no encontraban causa para acusarle. Los jefes preguntaban a sus enviados ¿porque no lo han traído? Como dice literalmente el evangelio respondían: no hemos encontrado nada malo, y nadie se expresa como lo hace este hombre. Muchos reconocían que Romero era un verdadero profeta, aunque no todos lo aceptaban en su misma Iglesia. A pesar de las contradicciones que enfrentaba, su voz resonaba como cascada de inspiración de Dios que hablaba a su pueblo. Romero daba amor para anunciar la injusticia a las personas pobres y marginadas, denunciaba las injusticias y las señalaba con su nombre, pecado.

Romero sabía del peligro, al igual que Jesús conocía el plan de salvación. A las personas malvadas que no soportaban al profeta les dijo: "sí me matan resucitaré en mí pueblo". Al dirigirse a las personas en control del país, sus últimas palabras fueron más poderosas: Cese la represión dejen de matar, en el nombre de Dios les pido, les ordeno.

El santo de El Salvador - el profeta Romero fue asesinado siendo el "hijo de un pequeño país de América Central es puesto ahora entre los Beatos” como dice Vincenzo Plagia. La teología de la vida de la iglesia enseña que donde hay más dolor, hay más esperanzas haciéndose realidad –con  la santidad de Monseñor Romero–  que ¡somos  un pueblo sufrido y a al vez lleno de la gracia de Dios! El Santo de El Salvador hace de El Salvador una tierra santa.

Noticia editada por la Red de Comunicaciones LAC